28 febrero 2006

MEDEA "Room XVII"

(Snakebite / Avispa)

Henry Meeuws… recordad este nombre. Multi-instrumentista holandés que se mete en la lucha por el título mundial de mejor álbum de rock progresivo del año. Me he hinchado a escuchar esta obra sin tener ni la más remota idea de lo que oía, pues ni tan siquiera en internet conseguí algo sobre… ello. Ahora que se lo que era, me sorprendo. Este tal Meeuws toca todos los instrumentos de la grabación, compuesta por él, producida por él, etc. A pesar de que a finales de los ochenta ya formaba parte de Yarreth, practicando rock melódico y grabando tan solo algunas maquetas, no fue hasta 1998 que, cansado de esperar el éxito, se decidió a hacerse totalmente autónomo con su personal proyecto Medea. Al mismo tiempo que intentaba sacar adelante Medea, consiguió entrar como teclista en la banda de rock sinfónico progresivo Casual Silence, ya en el 2000. En el año 2003 edita su ópera prima, “Individual Unique”, disco conceptual dedicado a Miguel Ángel. Ahora nos ofrece su segunda obra, otra opera rock, para la que ha contado con diversos cantantes, así como del batería Fon Janssen (Mennen) que le ha echado una mano con la percusión. Ahora bien, no estamos hablando de un virtuoso instrumentista, sino de un virtuoso compositor. Porque ahí está su fuerte, las melodías, que sembradas a todo lo largo y ancho de la obra, e interpretadas con instrumentos diversos, juegan con los sentimientos y la imaginación del oyente, de forma soberbia. Diversas voces le ayudan a desarrollar la historia. Rob Laarhoven (Casual Silence), Joss Mennen (Mennen), Edwin Valgo (Ayreon) o Sandra Peeters (V-male). El CD se abre con “Room XVII”, que es un auténtico compendio de dulzura, potencia y majestuosidad a partes iguales, todo lo cual sirve para expresar los sentimientos del protagonista. Este, desde la ventana de su hotel, llamado Room XVII, observa a una joven que toma clases de piano, sin duda enamorado de ella y de su forma de tocar. El piano, la guitarra eléctrica o española, o el órgano, se relevan a la hora de expresar con música los pensamientos del personaje. “Farewell?” es un corte más intimista, que no romántico, en el que los instrumentos quedan en un segundo plano ante las voces. “Endless Knot” no da oportunidad a los vocalistas, pues toda la melodía es desarrollada por la guitarra eléctrica de Henry Meeuws. Un medio tiempo lleno de solos, que recuerdan en ocasiones a Steve Vai, y en otras a Jorge Salán (dos maestros del instrumento). “Maiden Journey” nos ofrece el primer momento de optimismo. El personaje, un esquizofrénico llamado Conrad, debe estar disfrutando con la visión de su dama, lo que genera riffs ochenteros cercanos al hard rock o al rock sinfónico. Todo ello con constantes y espectaculares arreglos de teclado y un coro (Lambardi Choir) arropando perfectamente a los cantantes. La música de la pianista lleva al esquizofrénico a transformarse en Jeurian, su otro “yo”, “My Dual Mind”. Esto produce momentos de rabiosa seguridad, intercalados con cierto sosiego, en los que simplemente disfruta con la pianista, cuya voz es genialmente interpretada por Sandra. Estos cambios de humor repentinos se traducen en duros riffs que dan paso a duetos en los que Sandra y Rob Laarhoven se lucen a la par. “Dance of the Deals” es toda una muestra de total felicidad, en la que el peso fundamental del tema es una guitarra española a ritmo de rumba, aunque los cantantes introducen el contrapunto cantando… él, melódico-roquero, y ella, con melodías folk célticas. “Graveyard Island”, tema progresivo al estilo Ayreon (o sea Arjen A. Lucassen), cuenta con el momento crucial en que el coro Lambardi se exhibe en toda su grandeza. Al final del tema, parece que el profesor de la chica, y dueño del edificio, decide derruirlo, lo que va a cabrear al personaje, y a generar un “State of Suspense”. Un sonido de guitarra poco cuidado, coros apocalípticos, y las angustiadas voces de los protagonistas expresando su disgusto, son los ingredientes de este medio tiempo, amén de unas guitarras que parecen querer llorar. El título del último tema, “Chaos Solution”, te dará una idea de lo que hace el enfermo enamorado. Con un comienzo de varios minutos en los que el “prota” se lamenta de la decisión del profesor, se produce un progresivo (nunca mejor dicho) aumento de la tensión musical que desemboca en acelerados solos de guitarra y teclados. Un corte de más de diez minutos en los que el ritmo se acelera y frena varias veces, dando pié a momentos de gran virtuosismo, intercalados con melodías desgarradoras. Y así termina… con Rob Laarhoven preguntando… ¡Why?!.. una y otra vez, en el crescendo final. Música poco comercial, exclusiva para oídos habituados al rock muy progresivo, realizada por alguien que en los próximos años dará que hablar… Henry Meeuws.
Carlos Treviño Cobo