17 octubre 2005

PENDRAGON "Believe"

(Bertus / Mastertrax)

Casi treinta años contemplan la singladura de esta peculiar banda británica, casi de culto, que tan solo ha sido capaz de editar seis trabajos en estudio, este es el séptimo, en toda su carrera. Eso si... otros seis discos en directo, dos mini LP’s y seis recopilaciones sirven para llenar estos años de música. Tan solo Nick Barrett sobrevive desde la fundación de la banda, allá por el ’77, siendo sus actuales acompañantes Clive Nolan (teclados), Funge Smith (percusión) y Peter Gee (bajista). Desde que la banda comenzara a ser conocida más allá de su ciudad, en el Reading Festival del ’83, y grabaran su primer disco oficial, el mini-LP “Fly High, Fall Far”, no han cejado en su pretensión de hacer del rock sinfónico su forma de vida. Los paralelismos con Genesis o Marillion son muy claros, aunque el inconfundible sello personal de Nick Barrett les hace únicos. La portada del disco es, por si sola, lo bastante sugerente como para que te preguntes qué sonidos contendrá en su interior. Un personaje desnudo, con todo el cuerpo tatuado hasta las rodillas, parece volar con los brazos en cruz sobre una especie de relieve de un caballo al trote. El hecho de no verle la cara te permite meterte inconscientemente en la piel del personaje, con lo que puedes sentir la misma libertad que parece sentir él. “Believe” es la intro que da título al disco, con sonidos a mitad de camino entre Floyd, J. M. Jarre y toques vocales femeninos Folk. Absolutamente ambiental, cumple a la perfección su labor de despertar tu atención sobre lo que pueda venir después. Tras “Believe”, una voz en off nos invita a salir a la pista de baile para movernos al ritmo de “No Place For The Innocent”, tema semi-acústico, pegadizo y muy agradable a la escucha debido sobre todo a unas guitarras acústicas que suavizan el potente riff que marca la línea melódica del tema. Nuevamente la voz femenina de “Believe”, esta vez más oriental, nos introduce en “The Wisdom Of Solomon”, con un emotivo comienzo coprotagonizado por Nolan y Barrett, que da paso a los floydianos ritmos acústicos de la guitarra. La alternancia con lo eléctrico es la línea argumental del corte, con elegantes melodías y increíbles arreglos orquestales del sobresaliente Chris Nolan. El tema más trabajado del CD se llama “The Wishing Well”, dura más de veinte minutos y está divido en cuatro capítulos. El primero de ellos, “For Your Journey”, recuerda bastante a Vangelis y su Blade Runner. Los teclados crean una ambientación épica, junto con una dulce voz femenina, mientras una voz en off nos introduce en la historia. “So By Sowest” es un acústico que va aumentando el volumen de las emociones. La tercera parte , “We Talked”, es la rabiosa explosión de libertad, muy acorde con la portada, en la que no puedes dejar de moverte. Los sonidos que Barrett crea con su guitarra son tan increíblemente originales como pegadizos. Con sus riffs nos tiene completamente en sus manos, y resulta imposible no sentirte parte de un cúmulo de sensaciones a las que te han guiado de forma tan fascinante, el cuerpo se mueve al ritmo de frenéticas melodías que, lejos del virtuosismo, transmiten la felicidad que da sentirse libre. Tras el orgasmo musical vivido, “Two Roads” (el epílogo de “The Wishing Well”) es un medio tiempo, con influencias de Marillion, en el que todas las sensaciones se acumulan en un solo pensamiento... volver a sentir. Aun quedan dos cortes más, “Learning Curve”, que nuevamente nos trae los añorados sonidos de los mejores discos de Pink Floyd y “The Edge Of The World” (una lenta de ocho minutos), que quizás no sea la elección más apropiada para terminar el disco. Y esto lo digo sin restarle ni un ápice de calidad al tema, en el que una vez más las melodías de Barrett y las ambientaciones de Nolan te sumergen en su especial mundo de sensaciones.
Carlos Treviño Cobo